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Foto del escritorannickrox

Luna ya está con nosotros

¡Muy buenas familia!


Continúo donde lo dejé en el post anterior. Voy a seguir contándote cómo fue la experiencia de mi segundo parto.


Hago un pequeño remember: Ya habían preparado los papeles para mi ingreso y nos disponíamos a subir del box a la habitación que nos habían asignado. Recuerdo que me dieron un camisón y como todavía no habíamos cogido la bolsa del coche con todas las cositas que iba a necesitar, pues me tocó ir con las zapatillas de deporte. ¡Arreglá pero informal oiga!


Una vez instalados en la habitación mi pareja bajó al coche a por la bolsa y yo me quedé sola unos minutos. Aún no habían venido a ponerme la vía y con tantas contracciones seguidas no podía estarme quieta. Anhelaba como agua de mayo la famosa epidural.

¡Bendita epidural¡ tardaron como dos horas entre papeleos, vías, pulsera de identificación y visita de la matrona, en ponerme el pinchazo. Yo estaba rodeada por una enfermera, dos matronas, la residente y la anestesista. Éramos como un equipo de balonmano. La verdad que esta analgesia es bastante delicada porque el pinchazo se hace en la espada, entre las vértebras y hay que ser una especialista. Y la paciente, en este caso yo, no mover ni un músculo de tu cuerpo. Estaba tan nerviosa que me sudaban las manos y los pies como nunca en mi vida lo han hecho. Después la matrona que me asistió me dijo que ese tipo de sudoración se llama hiperhidrosis focal. Una vez que me pincharon sentí un pequeño calambre por toda la espalda y en la media hora siguiente empecé a dejar de sentir las contracciones.


La dilatación se iba desarrollando según su curso normal. Desde las 10h de la mañana en adelante estábamos muy tranquilos en el box con la música de Studio Ghibli (igual que en el parto de mi hija "la intensa") pues este tipo de melodías me encantan y hacen que me relaje. El estar rodeada de cables, con una vía puesta y no poder moverte de la cama no es plato de buen gusto la verdad. Si tenéis la oportunidad de poder llevar vuestra música favorita a vuestro parto yo os lo recomiendo, es bastante tranquilizador y hace que las horas pasen más rápido.



No sé a vosotras pero en este segundo embarazo y parto como ya tienes la experiencia del primero y conoces todos los procedimientos y cosas que acontecen, parece que estás más nerviosa. Por lo menos a mí me pasó. Menos mal que la matrona que asistió mi parto era una mujer encantadora. Dio la casualidad que al entrar en nuestra habitación y escuchar la música que sonaba nos preguntó: "¿Esto que está sonando es Ghibli?" Y sí, dio en el clavo. Las casualidades de la vida... La matrona era fanática del Manga y todo lo relacionado con Japón como nos pasa a mi pareja y a mí. Estuvimos horas y horas, entre comprobaciones de dilatación y otras historias, hablando sobre Japón, series Manga, y demás. ¡Y qué sorpresa! en una de esas veces que entraba para ver que tal me encontraba, apareció con el nombre de mis dos hijas escrito en japonés. ¡Fué un detalle increíble!




Las horas iban pasando y mi dilatación continuaba avanzando. Con la epidural pude descansar un poco y echar alguna mini siesta entre visita y visita de la matrona y la residente (creo que se llama así a las personas que están en prácticas), que por cierto también era un amor de chica. Como la bolsa o saco amniótico no se había roto tuvieron que proceder a romperla con una herramienta que es específica para ese procedimiento. No sé las veces que lo intentaron y nada la bolsa no se rompía. Por lo que me contaba la matrona mientras estaba en ello, es que estaba durísima y no había manera de desgarrarla para que se rompiera. La dureza del saco amniótico es debido a la ingesta de vitamina c en el embarazo. Ella me decía: "¿Qué pasa que comiste mucha naranja?" Y la verdad que no, que fueron muchos tomates los que comí, que también contienen mucha vitamina c. Es la ventaja que tiene tener un pequeño huerto en casa.


Me encontraba ya en el ecuador de mi parto y todo iba fenomenal hasta que las contracciones se fueron espaciando y parando por el efecto de la epidural. Así que la matrona tuvo que aumentar la cantidad de oxitocina y bajar el de la epidural para que las contracciones se volvieran a activar. Al principio no notaba apenas las contracciones, pero conforme fueron pasando las horas comencé a notar de nuevo todo. Imaginar en este momento del transcurso de la dilatación cómo debían de doler las contracciones. Era tal el dolor que hasta me dolía la cabeza. Menos mal que la matrona estaba en todo. Cogió unas gasas y las mojo con agua fría para que me las pusiera por toda la cara. Era mucho mejor sentir el dolor para que, una vez que llegase a la dilatación total, pode sentir las contracciones para realizar bien los pujos. Todo por el bien de la pequeña. Me acuerdo que con el parto de "la intensa" estaba tan "drogada" con la epidural que no sentía nada y me tenían que ir diciendo cuando debía empujar.




De nuevo comprobación de la dilatación. ¡Por fín estaba en dilatación total! Pero mi pequeña bebé seguía un poco alta y debía seguir bajando hasta llegar al final del canal de parto. Otro chute más de oxitocina. Empezaba a estar muy molesta con cada contracción. Me indicaron que debía ponerme de lado y con las piernas de una determinada manera para ayudar a mi bebé a continuar bajando por el canal de parto. Eran alrededor de las 5 de la tarde y las horas se me estaban haciendo eternas. Mi matrona me dijo que tenía que aguantar un poco más para poder ir a quirófano para empezar con los pujos. Vuelta de nuevo a comprobar si la cabecita de mi bebé estaba bajando. Y por fín la palabras mágicas:

¡A quirófano!


Recuerdo este momento de una forma bastante desagradable. El celador que me llevó hasta quirófano era un tipo seco y con pocas ganas de colaborar. A mi se me habían dormido las piernas un poco a causa de la epidural y la pierna derecha casi no podía ni moverla. Las indicaciones que me daba para pasar de la cama a la camilla del quirófano no eran las más adecuadas y la verdad que el tono no era el idóneo para una mujer que está en un parto. Ya sabéis como tenemos las hormonas amigas y este señor no era nada empático. Tuve que hacerlo yo solita como buenamente pude, enganchando los cables sin querer y tirando de todas las vías y cables de la epidural. ¡Pa´bernos matao!


Una vez en el potro, camilla o silla de la tortura como yo la llamo, probamos varias inclinaciones para ver como estaba más cómoda para hacer los pujos. Todo estaba listo. Mi pequeña Luna estaba a pocos minutos de venir al mundo. Fue la hora más larga de mi vida. Con cada contracción yo empujaba y empujaba hasta que no podía más. Ya estaba muy cansada de todo el proceso del parto y este momento fue el más duro para mi. Cada gran esfuerzo iba acercándome poco a poco al momento más esperado de una madre, el tener a tu pequeño bebé encima de tu pecho, alrededor de tus brazos.


Jamás pensé que este parto sería así. Con mi hija "la intensa" como no sentía nada no hice ningún ruido estridente ni nada por el estilo. Pero con Luna grité como una descosida. Esa sensación de presión de la cabeza de tu bebé acercándose a la vida era cuanto menos intensa, muy intensa. Mi manera de exteriorizar todo lo que sentía era gritando. Con cada nueva contracción mis gritos eran más fuertes, no podía evitarlo. Ella se resistía a salir y con cada nueva contracción bajaba y volvía a subir. Poco a poco su pelito y su cabecita empezaban a asomar. Yo podía verlo todo a través del espejo que había en el quirófano justo enfrente de mi. Las tres contracciones que siguieron al momento en que apareció su pequeña cabecita fueron las más duras pero las más emocionantes. Primero salió su cabecita, luego sus hombros y después el resto de su pequeño cuerpecito. Luna ya estaba en este mundo. Era muy pequeña y blanquita. ¡Y qué sorpresa la mía! ¡Había nacido con los ojos abiertos! Lo miraba todo a su alrededor como queriendo identificar dónde se encontraba ahora. Las dos nos abrazábamos tranquilas. Estábamos en calma, madre e hija.



Me emociona mucho el volver a recordar todo esto y sobre todo poder compartirlo contigo, pues seguro que en algún punto de esta historia te has sentido identificada. Es una experiencia que no se olvida nunca y que bueno poder contarte lo que viví y sentí. Espero que tu también te hayas emocionado, reído y llorado recordando cómo fue tu parto o si en tu caso todavía tu bebé está por llegar no tengas miedo, lo vas a hacer muy bien. Desde aquí te mando un abrazo y un beso enorme.


¡Hasta pronto familia! Te veo en el próximo post.


Postdata: Quería pedir perdón por la calidad de las imágenes pero ya sabéis que con un móvil no se puede hacer gran cosa y más si las fotos las hace mi pareja... jajaja ¡Besos!


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